Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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jueves, 24 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 3

Aquí os dejo el tercer capítulo! Espero que os guste :)


Cerré los ojos, dejando que la brisa fresca me azotara el rostro. Era una sensación de pura libertad. El mar era donde mejor me desenvolvía, donde mejor me sentía. Había sido criada en él, ¿qué mejor lugar para vivir y recordar?

Habíamos dejado atrás la ciudad hacía unas horas, y ahora surcábamos el mar, acercándonos cada vez más a nuestro destino: el puerto de Vigo.

¿Con quién me encontraría, con quién quería que hiciese la expedición? Sacudí la cabeza, para apartar todas las preguntas de mi mente.
Y ahí me quedé, apoyada en la barandilla de madera barnizada, observando el leve movimiento del mar calmado, mientras las horas pasaban...

La gente me conocía como una chica dura, valiente, fría, y algo distante. Pero todo el mundo tenía su corazón, y tenía sus sentimientos, por muy pequeños e insignificantes que sean. Y he de admitir que yo tenía los míos. Y uno de ellos, el que más miedo me daba mostrar, afloraba desde mi interior, en ocasiones especiales, como el anochecer. Y ese sentimiento era el dolor.

Suspiré, observando los tonos rojizos y anaranjados del cielo en el horizonte, mientras el sol iba escondiéndose tras la barrera del mar.

Aquel momento del día, era el momento en el que más recordaba a mi madre. A pesar de haber muerto muy joven, cuando yo era una niña pequeña, tengo leves recuerdos, casi transparentes, pero hay uno más nítido, uno que destaca entre otros.

En él, estoy entre los brazos de mi madre, fuertes, pero cálidos y suaves. Ella también era capitana, junto a mi padre. Me acaricia el pelo, recogiéndomelo en una pequeña trencita, mientras observamos el anochecer. Me susurra al oído.

- Este es mi momento favorito del día. -una pausa, en la que sólo se oye el viento, sobre la cubierta del barco. -¿Ves qué colores? ¿Y ves ese color naranja, que más bien tira a rojizo?

Yo asiento, ausente, perdida entre aquellos maravillosos colores.

- Es mi favorito. No sabría decir un nombre para describirlo. Tal vez, el color del anochecer. Pero tú ya sabes cuál es. Y ese será nuestro secreto, ¿vale?

Vuelvo a asentir, con una pequeña sonrisa. Un color precioso, para una mujer preciosa. Anne Wells.


Una voz femenina a mis espaldas me sacó de mis pensamientos. No me giré. Y reprimí las lágrimas. Nadie me había visto llorar, y nadie lo haría. Pero una se escapó, y rodó por mi mejilla. Alcé una mano, con disimulo, y me la sequé.

- ¿Estabas llorando?

- No. -dije, algo brusca. -Ya sabes que yo no lloro.

Era Diana Martin, una joven de mi edad, atrevida, con una imborrable sonrisa. Me recordaba a mi madre, tal vez por eso la admití en mi tripulación.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó, cambiando de tema.

- Observar cómo anochece.

Ella ya me conocía, y sabía que era mejor no insistir sobre un tema del que yo no quería hablar.

- ¿Ves ése color? -pregunté, al divisar el que me señaló un día, hace muchos años, mi madre.

- Eh... sí, lo veo.

- Era su color favorito. -sentencié.

Nunca lo había dicho, nunca me había sentido con la fuerza suficiente para hacerlo, para hablar de mi madre. Y temí derrumbarme ante ella.

- ¿De... tu madre...? -susurró.

Yo asentí. No la miré. Me concentré en el sol, apunto de ocultarse. No podía llorar. No podía.

- ¿Estás bien? -me preguntó, acercando un brazo hacia mí.

- Perfectamente. -contesté, con valentía.

Y me giré, alejándome de allí, hacia mis aposentos, que estaban en un bloque de madera, detrás del timón.  Para alejarme de aquello, para no seguir viendo eso, para no seguir recordando a mi madre. Para no derrumbarme. Aunque nadie sabía cuántas veces me derrumbaría en aquel viaje...

***

En medio del mar, pero cercano a aquel puerto desconocido de Francia...

El sol ya se había ocultado del todo, y la luna coronaba el cielo nocturno, acompañada por el suave brillo de las estrellas. Millones de velas recortadas sobre el negro de la noche. El Príncipe de los Mares observó aquella escena, grabándola en su mente, como muchas otras.

Nunca antes había visto a la Princesa de los Mares, prefería seguir su camino, sin preocuparse de los demás. Pero ahora que iba a encontrarse con ella, crecía su curiosidad. ¿Quién sería? ¿Cómo sería? ¿Guapa? Sí, seguro. Se la imaginaba alta, con aire frío, una valerosa mujer, fuerte como ella sola, y muy hermosa.

Pero no tenía que preocuparse. En unos días, la vería, porque ella iba a ser su acompañante en la expedición de la reina. Así que se dio la vuelta, y después de charlar con su tripulación, se fue a su cuarto-escritorio, propio de un capitán. Y consiguió dormirse, dejando al timón a uno de sus más fieles seguidores. Harry Jones.

2 comentarios:

  1. Me encanta,love,love,looooooove :) Este de momento es el que más me gusta,y ahora adoro el color del anochecer :)
    Sigue sigue! Te quiero

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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