Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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viernes, 2 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 48

Aquí tenéis el 48, y como siempre os digo, espero con ganas vuestros comentarios ^^



El frío suelo me había anestesiado la piel, haciendo que me olvidara de todo, y me concentrara en aquel gélido frío.

Invierno. Lluvia. Nieve. Frío.

Eran las únicas palabras que ocupaban mi mente, por extraño que fuera.


"El cielo está totalmente nublado, y Harry se encuentra a mi lado. La chimenea está encendida, desprendiendo un agradable calor. 

- Mañana me voy. -susurro. 

- Lo sé. -musita Harry. -Te voy a echar mucho de menos, Kathy. Mucho.

Yo sonrío levemente, y asiento lentamente. 

- Sabes que yo también. -contesto. -No creo que sea capaz de irme sin ti, no después de tantos años. 

Me agarra de la mano, y me pasa un brazo por los hombros. 
De vez en cuando, la gente creía que éramos pareja, pero no era así. Éramos muy buenos amigos, amigos inseparables desde la infancia. Siempre habíamos estado el uno al lado del otro, apoyándonos, sin abandonarnos. Y se lo agradecía profundamente. 

- A mí también me va a costar. -sonríe él. -Eres lo único que he tenido en mi vida, y separarme de ti va a ser muy difícil. Pero ya hablamos de esto, Kathy.

- Lo sé, Harry, sé que hablamos el otro día, pero no me hago a la idea de perderte. 

- No me vas a perder, Kathy. Estaremos surcando las mismas aguas, pero en lugares diferentes. En el fondo, nunca nos distanciaremos. -hace una pausa. -Quizá, algún día esas aguas nos vuelvan a unir. Porque tal vez ese sea nuestro destino, pequeña. 

Yo sonrío tristemente, frunciendo los labios y asintiendo. 

- Ojalá. -susurro. 

- Ah, mi Kathy. Simplemente nos separaremos temporalmente, sabes que eres la Princesa de los Mares, y que tu destino es ser pirata, ser la capitana de un barco, luchar contra los criminales, encontrar tesoros. Yo como máximo, aspiro a ser tripulante... -Sonríe. 

- ¿Y por qué no te unes a mi tripulación? -pregunto, con los ojos brillantes. 

- También hablamos de eso el otro día, Katherine. Esto es temporal, trataremos de ver mundo por separado. Eso es todo. 

- ¿Me prometes que volveremos a vernos? 

- Por supuesto, pequeña. -susurra en mi oído. -Te lo prometo. 

- ¿Y te quedarás conmigo para siempre? -pregunto, apoyando la cabeza sobre su hombro, cerrando los ojos. 

- Lo haré. 

Sus palabras se graban en mi corazón, haciéndome sonreír. Tal vez separarnos no sea tan duro. No si esa promesa es real. 

- Mira, está nevando. -me dice. 

Nos levantamos del sofá, y miramos por la cristalera. Los copos caen con ligereza, posándose sobre el suelo, y tiñéndolo de blanco. Sonrío, y le agarro de la mano. 

- Vamos. 

- ¿Fuera? Hace frío, Kathy...

- ¿Y qué? ¿Acaso el frío puede pararnos? -digo, sonriendo. 

Entonces él suspira, riendo, y sale al jardín detrás de mí. 

Y juntos, como si fuera nuestro último día de vida, bailamos sobre la fría hierba, mientras los copos se pegaban en nuestra ropa y en nuestro pelo, y a la vez, tejían una alfombra sobre el suelo".


No podía hacer nada para detener esas frías lágrimas que caían al suelo. No podía. El recuerdo era más fuerte.

Y esa promesa hecha aquel día, había sido exterminada violentamente, cuando Harry me abandonó.

- Harry... -susurré, con voz ahogada. -Me lo prometiste...

Pero de nada servían las palabras, y menos ahí. Sólo para hundirme en la más densa oscuridad.
Recordar aquello era algo parecido a explotar mi corazón.
Se me hacía un nudo en la garganta, y mi mente se inundaba de su mirada castaña. Las lágrimas se abrían paso hasta mis ojos, sin que yo pudiera evitarlo.

- Harry...

Me encogí sobre mí misma, llorando sobre el congelado suelo, repitiendo su nombre.

- No dejes que me hagan daño...

Ya sabía que Jacob no podía hacer nada, salvo sufrir por mi culpa.

El tiempo se arrastraba con lentitud, los segundos pasaban a mi lado, sin yo poder atraparlos para detener el tiempo. Era una tortura, y la sed seguía presente. El estómago me rugía por el hambre, pero tenía fuerzas.

Me incorporé con torpeza, y me apoyé en la pared. Cerré los ojos, y me concentré en los ojos verdes de Jake, para olvidar la sed. Hasta que decidí que lo mejor era dormir. Porque estaba muy cansada emocionalmente.

Y así, con los ojos de Jacob mirándome, caí en un profundo sueño.

***

- ¡No! -exclamé de pronto.

Me incorporé con rapidez y sudando, con la boca seca, y mis piernas y brazos temblando.

Me tapé la boca con ambas manos, sollozando de puro miedo.
Una pesadilla. Una maldita pesadilla.
En ella, veía cómo Jacob sufría la paliza más brutal hasta dejarle casi inconsciente, para después obligarme a hacer cosas horribles delante de él, a actuar, a no resistirme, sólo para hacer sufrir aún más a Jacob.

- No. Jamás haré nada que pueda herirle. Jamás haré lo que me pidan si estoy delante de él, porque eso le destrozaría...

Lo había prometido. Había prometido ser obediente, pero no ante Jacob; había prometido ser obediente con aquel hombre, pero en este sótano.

En aquel momento, la sed era insoportable. Y no podía aguantarlo. Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, y observé la habitación oscura.

- ¡¡Por favor!! -grité con todas mis fuerzas. -Necesito agua...

Tenía que intentarlo, aunque sabía que estaba enfadado, y que tal vez no me daría ni agua. Pero me sorprendió el ruido metálico del pestillo. Deseé que trajera agua.

- Vaya, cómo me necesitas, Princesa.

Fruncí los labios, y negué con la cabeza levemente.

- Tengo sed. Sólo eso.

Se arrodilló ante mí, con un candelabro en la mano, y una copa de agua en la otra. Me la tendió, y bebí con urgencia, hasta acabármela toda.

- Lo he pensado, y tal vez tú también quieras saber sobre Jacob...

Mi corazón comenzó a latir desbocado, y por un momento pensé que se me iba a salir del pecho. No, no... Jacob, no.

- ¿Qué... qué le habéis hecho? -susurré.

- Nada importante, cielo. Simplemente está un poco... golpeado. Digamos que se desahogaron con él.

Nada más oír esas palabras, estiré las piernas y le golpeé en el estómago, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera hacia atrás. La copa de cristal se rompió en mil pedazos, y seguidamente me levanté, acercándome lo máximo que pude hasta él.

- ¡Cómo habéis podido! -grité, fuera de mí.

Enseguida, el hombre se levantó, aunque con lentitud. Su mirada ardía de enfado, y sabía que había actuado mal. Muy mal.
Se acercó a mí con pasos lentos pero firmes, y no pude moverme por el miedo. Tenía los músculos agarrotados.

Me acarició los labios con el pulgar, y yo cerré los ojos, esperando el golpe que vendría a continuación. En lugar de eso, recorrió mi mandíbula, hasta mi cuello. Y aquello me pilló por sorpresa.
Con todas sus fuerzas, me pegó contra la pared, haciendo que me costara respirar.

- Recuerda, Kaherine. Lo que hagas, influirá en su castigo... Y esto no es una excepción.

Me quedé congelada, recordando sus palabras. Las lágrimas rodaron por mis mejillas instantáneamente.

De pronto, su rodilla se clavó en mi estómago, y entonces contuve el gemido de dolor que amenazaba con cortar el silencio del sótano. Tuve que encogerme, pero me agarró del pelo y me obligó a erguirme.

- Katherine, Katherine... No eres nada, ni nadie. Y menos en este sótano. Aquí, no eres la Princesa de los Mares, sino una sucia esclava que está bajo mi poder.

Su mano tiraba firmemente de mi pelo, por lo que el dolor aumentaba.

- Tal vez ya sea hora de dejarte claro quien soy yo, y quién eres tú ahora.

Fruncí los labios y cerré los ojos, tratando de frenar las lágrimas. Noté de pronto que acariciaba mi mejilla con su nariz, y las nauseas aparecieron cuando su mano rozó mi cintura. Me mordí la lengua, tratando de no llorar, ni de moverme.

Pero de pronto, me agarró del vestido, y me tiró al selo con fuerza.
Gemí al clavarme los cristales en las palmas de las manos. Vi cómo la sangre manchaba el suelo, pero no tuve tiempo de quitarme los cristales, ya que su patada llegó inesperadamente, hasta golpear mis costillas. Me retorcí del dolor, gimiendo, y sin poder moverme más por las cadenas.

- Por favor... -susurré. -Ya se lo dije, no le hagan daño por mí, no me utilicen como arma para su dolor... Ya le dije que haría lo que me pidiese.

- Lo sé, pero parece que se te olvida. Esta no es una conducta propia de una esclava, ¿me oyes?

Asentí levemente, frunciendo los labios.

- ¡¿Me oyes?! -exclamó, volviendo a pegarme una patada, esta vez en el estómago.

Me encogí de dolor, y creí que moría.

- Sí... -musité, ahogando los gemidos.

Se dio la vuelta, y se marchó, llevándose la única luz de esa habitación, dejándome ahí, dolorida y con cortes en las manos.


***

(Jacob)

El dolor era insoportable. Tenía el ojo derecho hinchado y morado, y me costaba ver. Me sentía muy débil. Pero ahí estaba el recuerdo de Kathy, para mantenerme con vida.
Aún seguía con las manos atadas en la barra de metal, y eso aumentaba el dolor. Tenía los músculos de los brazos entumecidos, ya no los sentía.

De pronto, la puerta se abrió, después de correr los dos pestillos, y entró en la habitación una criada con toallas y un barreño con agua.

- El señor me ha dicho que limpie la sangre de las heridas.

Aburrido, contesté:

- ¿Por qué?

-Me dijo que no quería que murieras por esa paliza, que aún te tenía muchas sorpresas.

Mi corazón se paró por un momento.

- ¿Ha mencionado a Katherine...? -pregunté con un hilo de voz.

- No cuando me lo dijo, pero he oído que hablaban de ella. Lo siento.

Suspiré, cerrando los ojos.
Me mataba que la estuvieran haciendo daño, y más aún si no sabía qué.

- ¿Sabes algo de ella? -pregunté, mientras la criada empapaba en agua una toalla.

Sacudió la cabeza, mientras negaba.

- El señor me ha dicho que no puedo hablar con usted... -susurró, muy bajo, mirando a la puerta. -Pero estoy segura de que el señor le contará cómo está Katherine... Se lo aseguro.

- Para hacerme sufrir... -musité.

- Es probable.

Fruncí los labios, asintiendo. Mi Green. Mi ángel, mi vida. Mi amor. Ella estaba sufriendo, estaba seguro. La estaban haciendo daño, y yo no estaba ahí para impedirlo, ni para protegerla. Eso era lo peor de aquella tortura.

La criada me limpió la sangre de las heridas, aunque el dolor no se iba.

- Siento no poder ayudarle más, pero el señor me ha dicho que sólo limpiar las heridas.

- No pasa nada. -contesté, y la dediqué una triste sonrisa.

Aquel dolor físico era el menor de mis problemas en aquel momento. Kathy era el mayor.
Porque yo era un chico, y lo máximo que podían hacerme era torturarme mediante palizas. Pero ella era una mujer. Demasiado guapa. Y estaba en manos de una rata de alcantarilla, un hombre que estaba seguro de que babeaba ante cualquier joven.

Kathy... Kathy no se merecía eso. No.

***

(Katherine)


No había dejado de llorar. Parecía que mis lágrimas eran inagotables. Al igual que el dolor y el sufrimiento. Me intenté incorporar, y no pude reprimir un gemido cuando al intentarlo, los cristales se hundieron más en mi piel.

Una vez sentada, con las costillas doloridas, traté de sacarme los cristales, aguantando los gritos. Me limpié los cortes con la tela del vestido, que se tiñó de rojo. Observé las profundas heridas, esas que producían tan intenso dolor. Pero me daban igual. Porque sólo pensaba en Jacob. Mi Jake. ¿Estaría demasiado mal...?

Pero sabía que el daño físico no le importaba. Sabía que lo que realmente le dolía era mi estado. Y eso era lo peor de todo.

Me arrastré hacia la pared, tanteando el suelo, y apartando con dificultad las esquirlas de cristal, hasta palpar la fría pared de piedra. Apoyé la frente y una mano, y cerré los ojos, intentando relajarme.

- Quiero salir de aquí... -musité.

Comencé a tirar de las cadenas, sin parar, a un ritmo lento pero firme, creyendo que así conseguiría algo, por mínimo que fuera.

Pero mis fuerzas eran muy bajas, y no servía de nada, pero yo seguía. Seguí hasta que los grilletes me dejaron marca en las muñecas, hasta que me dolió tirar.

- Maldita sea... -dije en voz alta. -¡Sácame de aquí!

¿Acaso creía de verdad, que me iba a liberar, así, por las buenas?

6 comentarios:

  1. Pobres, no les hagas subrir mas que ya tienen bastante... jejejeje
    Me encanta.
    Gracias por pubicar tan pronto, el proximo mañana.
    Besos

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    1. Desgraciadamente, aún van a tener que sufrir... jajaja
      Muchísimas gracias, Bella13, de verdad :3
      Besos!

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  2. OIN OIN OIN OIN OIN OIN OIN OIN OIN OIN OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOIN *-*
    Sabes que me encanta,perfecta que eres...ESPERO EL SIGUIENTE PRONTO,y no les hagas sufrir a los pobres
    Te quiero osito

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    1. Tú ya sabes que sí, van a sufrir jajaja
      Perfecta tú. And You Know It.
      Te quiero osito <33

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  3. Jope, cada vez me dejas más con la intriga!
    Utimamente, también he estado algo ocupada por los exámenes, pero bueno nunca he edjado de leerte la historia:)

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    1. Me alegro muchísimo de que te hayas estado pasando por aquí para leer mis capítulos :')
      Es un honor, en serio, viniendo de ti, con tu perfecta historia... :)
      Un beso!

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